Diez años de matrimonio igualitario: sigue la lucha

Por Gilda Palmieri, psicoanalista con perspectiva de género y diversidad para Perfil.com

Llegamos al futuro tan bocetado diez años atrás, cuando los medios de comunicación mostraban un debate permanente sobre la posible, en ese entonces, aprobación de la ley de Matrimonio Igualitario (26.618), hasta finalmente concretarse el 15 de julio de 2010, siendo Argentina el primer país de Latinoamérica en conseguirlo.     El escenario de opiniones era, en muchas ocasiones, palabras que llegaban a oídos cargados de pasmo y estupefacción. Desde declaraciones del propio Bergoglio, Cardenal en ese momento, quien manifestaba que la inminente sanción de la ley era “una movida del diablo”, se quería predecir el porvenir de un panorama trágico, todo se decía sin ninguna autoridad, más que la de sus heterosexualidades dominantes, hablaban con total seguridad y desfachatez sobre el tema, vertiendo teorías cargadas de prejuicios y alineación neurótica sin análisis. Nos alertaban sobre prácticamente el final de la humanidad debido a las uniones legales de personas del mismo género.

A una década de aquel momento podemos reafirmar que nada de aquella advertencia era verdad,  esas maldiciones no eran más que en base a una proyección hipotética cargada de prejuicios e ignorancia. Hoy nos encontramos pudiendo analizar, con el beneficio que nos da el tiempo transcurrido, ciertos puntos que por aquel entonces se escuchaban y que hoy abren nuevos interrogantes.

Familias disidentes, lesbomaternales y homoparentales, el problema de la interpretación binaria y la moral reinante Los matrimonios de personas del mismo género no están hoy en las mismas condiciones en cuestión de derechos que las parejas heterosexuales. Existe la unión legal en ambos casos pero se maneja una lógica dualista del género y por ello en la interpretación de la ley, esto mantiene en la actualidad la invisibilización de personas que no tienen en muchos casos, la posibilidad de un reclamo por inexistente como construcción social. Y me refiero no solo al enfoque binario de buscar en una pareja del mismo género quién ocupa el lugar de la mujer y quién del hombre como estamos acostumbradxs, sino a otras iniquidades que también existen. El divorcio de una pareja de lesbianas no se encara, por parte de la justicia, de la manera en que correspondería, la mirada que se tiene, en el caso de que existan hijxs, no permite pensar la posibilidad siquiera del reclamo de una cuota de alimentos, además se iguala, muchas veces a quien llevó el embarazo, sin ninguna vacilación, a una madre heterosexual gestante, anulando su identidad y  realidades, sin reconocer que sigue siendo una disidencia, hecho que una maternidad hegemónica heterosexual no sufre. Lo mismo sucede muchas veces con una madre lesbiana no biológica que se la iguala a quien no gesta unx hijx en el vínculo de una pareja de distinto género, por ejemplo considerarla como un padre. Advertir que sigue imperando una lógica dominante y excluyente nos obliga a ser conscientes de la importancia de la existencia de una ley como esta para poder construir realidades más diversas y más justas. La lucha seguirá entonces con el reclamo de las desigualdades que se descubren bajo la pisada de una normatividad tirana y moralista, que busca camuflarse con todo tipo de ropajes convencionalistas, corteza encubridora de esas diferencias inicuas, infames, que ensanchan la distancia que existe entre el grupo de personas con privilegios, por el simple hecho de una orientación sexual heterosexual y aquellxs que no, anulando además, la posibilidad de problematizar dicho sistema.  Las leyes existen como propuesta de costumbre, como marco de seguridad y respaldo para la vida de lxs sujetxs, por eso fue tan necesaria esta ley de la que hablamos. Como el caso de ese muchacho gay que luego de la legalización del matrimonio la madre lo llama para manifestarle su alegría de no tener, entonces, un hijo enfermo. Este tiempo nos encuentra ahora para a partir de ese marco legal pararnos allí hacia la construcción de un sistema con hechos que permitan los derechos y la dignidad de todas las personas, sobre todo y como en este caso de quienes han sido vulneradxs desde siempre, para alcanzar ese ideal de justicia verdaderamente. 

De la lucha individual a la idea de una familia como organismo todo Un discurso inolvidable ese 15 de julio de 2010 fue el del legislador Ricardo Cuccovillo, destacado orador esa noche imborrable. Sus palabras cargadas de emoción, describían su propósito de alcanzar para su hijo de orientación gay los mismos derechos que sus otros dos hijos heterosexuales, “yo creo que este hijo mío tiene el mismo derecho que el resto de la sociedad”, “Satragno decía muy correctamente, el sufrimiento de quienes llevan adelante esta situación, cuando decimos, si es gay es trabajador, ya hacemos una discriminación, porque ese buen trabajador tuvo que hacer mérito desde la infancia para que no se lo note diferente y tuvo que sufrir desde la infancia para cubrir las diferencias que pudo haber tenido en una sociedad que lo discriminaba, por eso me parece que esto es un gran avance hacia la igualdad”. A diez años de esas maravillosas palabras, hoy es un buen día para recordar tan importante discurso, reflexionar acerca de lo enigmático que resulta la falta de otros parecidos y para pensar a que se debe este fenómeno.  Nadie se asombra por la falta de presencia en la lucha por el reconocimiento social de personas LGBTIQ a sus madres, padres, hermanos, hermanas. No se ve extraño que el padre de una persona gay o lesbiana no sea activista. ¿Por qué razón? ¿Por qué un padre no hace carne la lucha de unx hijx gay, lesbiana, bisexual, y en la mayoría de los casos al contrario, la persona que transmite su orientación sexual disidente tiene que “explicar”, “justificar” “convencer” al resto de la familia de algo que no eligió? 

Seguramente gran parte de la respuesta de este interrogante es por creer que una orientación sexual se elige porque si, y no, que es el emergente dentro de una familia que estará atravesaba, le guste o no (como quien la lleva) por esa disidencia y por ello deberá entender que esa lucha le corresponde también.  Por eso hoy festejando el triunfo de la ampliación de derechos civiles con la ley de matrimonio igualitario y a diez años de ese hecho, podemos decir que la existencia de más padres, madres, xadres Cuccovillo, harán más soportable la lucha de aquellas personas que se acostumbran a pelear por sus derechos, no por elección sino como modo de sobrevivir, en una sociedad que ha legitimado la orfandad de hacerlo en soledad.

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